Este testimonio es un maravilloso ejemplo de cómo podemos llegar a relacionarnos con la comida. Fué tratado en una sola sesión, hace ya un parde años. Te invito a leerlo también en mi web.
"Me recuerdo a si misma, desde siempre, con la ansiedad por comer. Era pequeña, tendría 10 años y yo cenaba pronto porque tenía hambre, y luego cenaba otra vez con los demás.
Mi madre me regañaba porque decía que estaba gorda y así me pondría más aún. Crecí con esa imagen de mi gordura y con ganas de comer siempre, no tenía final, robaba bollos en la pastelería del barrio, para después comerlos a escondidas, y siempre con mi madre recordándome lo gorda que estaba, y también mis hermanos, como no, me comparaban con un campo de fútbol, con un autobús, siempre tenían para mí un piropo que me hiciera sentir gorda.
Y yo no perdí la ansiedad por comer hasta los catorce años, en el instituto. Para gustar, tengo que adelgazar... y me pongo a plan, y mi plan es no comer, así que no como nada... nunca. Mi madre alguna vez me obligaba a comer algo, pero como se iba, y nunca comía conmigo, yo lo tiraba por el baño, o lo desmenuzaba y lo tiraba a la basura. En esta época no tengo esa ansiedad por comer, no como nada. Y si alguna vez como algo procuro que sea algo que me guste, como los dulces.
Nadie me enseñó a comer con sentido común, nadie se sentó conmigo para decirme como hacer las cosas, nadie me acompañaba en las comidas.
Así estuve muchos años, hasta que me casé, lo hago con un hombre que está acostumbrado a comer todo con patatas fritas, y como yo paso de hacer lo que dice mi madre, ahora hago lo que hace mi marido, y empezamos a comer mal... y yo empiezo a engordar de nuevo.
Al año de estar juntos tenemos el primer hijo y ahora entiendo porqué, durante la lactancia, engordé otros tantos kilos, pero en esta ocasión me planté y comiencé una dieta sana y consiguí perder peso. Me costó unos años perder los 20 kilos que me sobraban, pero lo conseguí. Pero, la comida siempre estaba en mi mente, no pasar hambre, quitarme los nervios, siempre con comida.
A los tres años y medio tengo al segundo hijo y ahí empieza mi tortura con la comida otra vez, y es cuando tomo la decisión, al verme sola para todo, y al ver que mi marido no me ayuda en nada, tomo la decisión de que quiero adelgazar otra vez como sea.
Entonces es cuando se despierta en mí una rabia que me lleva a vomitar cuando como los alimentos que yo considero que no son buenos para mi cuerpo. Lo iba a hacer una sola vez, pero no fue así, porque lo hice una y otra...y otra.
Cada vez que me ponía nerviosa comía compulsivamente y después me iba a vomitar. Hasta tres y cuatro veces al día.
Me quedé embarazada del tercer hijo y, como sigo vomitando, el niño cuando nace también vomita con una facilidad increíble, y yo por cualquier enfado... vomitaba. Ahora entiendo el porqué de este programa.
Pero era algo que ya no podía parar porque cuando vomitaba me calmaba, me sentía mejor, sentía que soltaba toda la mierda del día, todo lo que me hacía sentir mal. Había días en que acababa agotada de vomitar tantas veces, pero para mí era mejor eso que quedarme con el empacho que tenía, no podía soportar sentirme llena.
Como yo siempre he sentido que llevaba una carga que no me correspondía, empecé mi proceso con Paz y, desde que tratamos en una de las sesiones mi problema de BULIMIA, se ha terminado la ansiedad, y el vacío que tenía siempre en el estómago ha desaparecido, y ya no antepongo la comida a todo lo demas. Después de treinta años, me he dado cuenta de que era una memoria programada de mi madre.
Antes yo me enfadaba con los niños porque yo quería que terminaran pronto para comer yo, y ellos se entretenían, yo no lo soportaba, me ponía muy furiosa. Me doy cuenta de que es un programa de mi madre. Ahora en casa comemos todos juntos, tranquilos, sin prisa, y el momento de la comida es un momento tranquilo, donde hablamos y comemos. Y sobre todo comemos cantidades normales, sobre todo yo.
Ya no tengo esos ataques nocturnos, cuando acostaba a los niños y me ponía a comer sin fin, hasta que me dolía el estómago y, antes de que pasara media hora, lo vomitaba todo. Ahora mastico, saboreo, y disfruto de la comida. Y sobre todo, mis hijos lo disfrutan también.
Ahora ya no tengo la comida siempre en mi cabeza, ni esa preocupación por no pasar hambre, ni yo, ni los niños. Ahora sé que no pasa nada, que ya comeremos cuando sea la hora, y no se me pasa por la cabeza mi imagen vomitando para tranquilizarme. Porque ya no estoy nerviosa, ya no siento frío en mi cuerpo, ni escalofríos, como antes. Ahora me siento tranquila.
Mi vida ha cambiado totalmente, en mi mente ya no está el dulce como recurso cuando me pongo nerviosa. Cuando tengo un día con mucho jaleo, antes me hubiera comido de todo y ahora no lo necesito, ahora me siento, me relajo, pienso.
Gracias de todo corazón a Paz, que lo ha hecho posible, y que me está ayudando a darle un nuevo sentido a mi vida y a ponerle un rumbo. Gracias! "
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