27 de abril de 2014

LOS TRES NIÑOS INFELICES


La mamá de estos tres niños comenta, después de realizar la sesión:

"Me he dado cuenta de que mis hijos tenían una carga de rechazo desde que nacieron, incluso en los embarazos, que además yo no era capaz de reconocer, porque claro, si lo haces eso significa que eres una mala madre. Y mis niños han mamado todo ese alimento tóxico que yo destilaba".

Lo que no cuenta es que ella misma fue también una niña rechazada por su propia madre y esto le causó graves problemas de alimentación, pues la lactancia se volvió muy tóxica.

Esta es la historia: Justo cuando ella cumplió 5 meses de vida, su padre falleció en un accidente. La madre queda colapsada por el drama y bloquea el duelo en la rabia, volviendo la ira y la frustración contra sus cuatro hijos. La lactante es quizá la que peor parte lleva pues no puede evitar tener que alimentarse con aquellas moléculas de duelo. 

En la primera sesión, recuperamos el contacto con su padre, con su amor, su reconocimiento y también aprovechamos para reconstruir este vínculo roto. Gracias a esta nutrición, ella se vuelve más fuerte y podemos continuar el proceso.

En el abordaje de la problemática de sus pequeños, encontramos que el primero es Doble de su abuelo por fecha de nacimiento y además lleva 2 proyectos de abortos previos. Se trata de un niño con la mirada perdida, y con mucha cargas. De hecho, en la terapéutica, el niño aparece con una mochila.

El segundo niño es doble del abuelo por fecha de defunción, y se trata de un niño esquivo, que no se deja abrazar por la madre, que se "escurre entre sus brazos".

El tercero, también es doble del abuelo, por fecha de defunción y lleva también un proyecto de aborto previo. El pequeño, además tiene los "testículos en ascensor", es decir, es un poco la "niña simbólica" en esta familia y sufre una gran adicción por los productos lácteos procesados.

En la sesión terapéutica, la mamá prepara una gran tarta de amor, nutrición y felicidad, de la que comen todos, hasta saciarse plenamente, no sin antes haber liberado a los tres niños de esta fidelidad de reparación de su abuelo.

Así, comenta: "Me sentía feliz por pedirles perdón a mis hijos, sentía su inmensa alegría y al verles a ellos, en sus cambios, sentía paz y tranquilidad, y también la certeza de que me perdonaban. Incluso de que yo me perdonaba a mi misma."

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